jueves, 29 de noviembre de 2018

Reflexión intensa del Practicum I


Hoy iba a hacer las encuestas sobre las TIC a los alumnos de mi clase, pero no pude hacerlo porque me reclamaron para estar con los alumnos de 2º A de Primaria porque su profesora tutora no pudo asistir por motivos de salud. He pasado el día con estos niños y he disfrutado muchísimo. He dado dos clases de Religión (una a cada 2º) y he disfrutado mucho tratando con cada niño, viendo sus dibujos, sus trabajos, escuchando sus historias.
He podido observar que la corrección comportamental de los alumnos dentro del aula es más importante y debe realizarse más delicadamente y sutilmente cuanto más pequeños son los niños.
Debe realizarse profesionalmente siempre, en todos los cursos, pero es cierto que cuando son más pequeños, la sutileza y el refuerzo positivo de aquellos niños que se portan adecuadamente resulta mucho más útil y más eficaz que el castigo positivo a los alumnos que se comportan erróneamente. Es imprescindible tener mucha paciencia para saber omitir nuestra atención hacia actos de los niños que no son adecuados o que resultan impertinentes dentro del aula. Al mismo tiempo he de resaltar que cuando se aplique una corrección a un alumno de corta edad, se le debe hacer con mucho cariño, si se les pone de pie, por ejemplo, para corregir el que estén distrayendo a otros, o actuando mal, se les debe decir que siempre son muy buenos, y que mañana lo harán bien , pero que hoy justamente han tenido peor comportamiento y se les tiene que ayudar a no distraerse (digo esto porque he visto el ejemplo mismo llevado a cabo por un profesor de forma maravillosa).


También destaco una conversación que tuve con uno de los profesores encargados de cuidar a los alumnos con nee. Me comentó la conducta comportamental de algunos alumnos del colegio y la actitud de los padres de esos alumnos ante las mismas. Esta conversación me emocionó bastante puesto que llegué a la conclusión de que la labor del maestro no es solo bonita, también puede llegar a ser dolorosa y frustrante, puesto que, al pasar los niños a ser parte de tu vida, y tú pasar a ser parte de la suya, se establecen lazos afectivos bastante fuertes. Esto es bueno obviamente, pero tiene malas consecuencias cuando tienes alumnos con problemas de comportamiento y que tratan mal a sus compañeros, y tú con todo tu cariño quieres corregir esos actos, les educas, les comprendes, les cuidas, les regañas y sueñas y luchas por hacer que sean buenas personas, empáticos, más responsables… pero entonces los padres de estos niños llegan y les premian por comportamientos que tú tratas de corregir. Cuando se dan estas circunstancias el sentimiento de impotencia del maestro es enrome. Y me he dado cuenta de que en mi futura labor no todo van a ser sonrisas, por desgracia también serán lágrimas. Aunque nosotros tengamos la misión de educar a los niños, este objetivo será siempre alcanzado mayoritariamente por los padres, y no importa lo que nosotros podamos hacer en muchas ocasiones, ya que siempre habrá en el mundo personas carentes de valores deformadas por la sociedad que contagien esa falta de valores a sus hijos. Esta reflexión, sinceramente, me ha llenado de tristeza, pero me ha hecho aprender muchísimo.



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