Tras haber visto un documental de la Obsolescencia Programada y un reportaje de la extracción del coltán, mi mente ha alimentado pensamientos que ya existían en ella desde hace mucho tiempo, pues ya tenía bastantes conocimientos sobre la Obsolescencia Programada, que es el tema que en este caso más ha encendido mi indignación (pues del tema del coltán ya hablé en el foro de la práctica 8).
Dejó aquí el documental sobre Obsolescencia Programada
Reportaje sobre la extracción del coltán.
Como medida realista propondría dedicar una asignatura de educación primaria y secundaria al aprendizaje de reparación de materiales necesarios de la vida cotidiana que acaban siendo sustituidos por otros nuevos. Entrenaría a las personas para que fueran reparadores natos de aquellos objetos materiales que dejan de funcionar o de ser servibles. De este modo podríamos hacer que, al igual que nos acostumbramos a lavarnos los dientes, ducharnos, comprar… nos acostumbrásemos a reparar, y no a sustituir lo roto, puesto que estamos en un punto en el que no sirve el que haya asociaciones que arreglen o reciclen, cada persona debería procurar hacerlo, y desde la infancia se debe educar o acostumbrar a ello.
En segundo lugar, deberíamos cambiar el enfoque educativo en el primer mundo. El dinero es equiparable a una cama: es cómodo, confortable, todos lo queremos, el que no lo tiene posee por contraposición una peor calidad de vida, pero no es indispensable para vivir, al igual que la cama no lo es para dormir. Lo único indispensable para dormir es sueño. Y lo único indispensable para vivir es la ilusión ( en el caso de los humanos, pues podemos recurrir al suicidio).

Vivimos aquí en el primer mundo en una sociedad que resulta ser una burbuja negra llena de porquería, y no por la contaminación, sino por la carencia de moral y la hipocresía que nos adorna. Hemos llegado a convertir al dinero en un falso objeto mágico que convierte en dioses a todos los que lo poseen en grandes cantidades. Lo malo es que este objeto material está maldito, y no solo aporta beneficios, sino que provoca un egoísmo que produce catástrofes equivalentes al poder que otorga. Sin embargo, el problema no es el dinero en sí, sino el uso que hacemos de él al tener una baja moral. Se tiene una moral mundana y materialista que solo puede ser ahogada por la moral espiritual y trascendental humanizadora, que da importancia al sentimiento y a la humanidad de forma colectiva, y no a la comodidad y al individualismo que están tan de moda. Muchas corrientes progresistas que manifiestan estar en contra del capitalismo, rechazan al mismo tiempo a las semillas que son origen de los árboles que cobijan a aquellas personas que realmente viven al margen del dinero, del egoísmo, la comodidad y el individualismo: las religiones.
Parece absurdo hablar de ellas en el primer mundo porque se supone que hemos avanzado tanto que solo importa el mundo material, pero es que este tipo de pensamiento materialista solo crece como tentación que produce un aumento del egoísmo y la comodidad humanas (individualistas). Aquella persona que conciba la existencia de la vida como algo únicamente materialista y mundano, esté o no a favor del dinero, va a tender de una forma u otra al egoísmo puro o a la desilusión por la vida, pues el ser humano tiende al infinito y no le basta con esta vida ( esto se ve claramente en la actualidad, pues tanta felicidad ansiamos que avanzamos y avanzamos para vivir mejor y ser más felices y no nos satisfacemos jamás, antes acabamos con el planeta). La codicia material, por lo tanto, no aporta ninguna felicidad, el individualismo, el yo por el yo, y el ansia por el poder no sirven de nada.
Lo único que satisface al humano es el servicio a los demás, la ayuda, el ser útiles y funcionales para el resto.
Las personas que aquí consumimos y luego tiramos nuestra basura en los países tercermundistas basamos la felicidad de nuestra vida en vivir cómodamente, tener salud y longevidad. Y morimos por suicidios provocados por el estrés, la falta de dinero y carencias emocionales.
Hemos avanzado realmente en muchos ámbitos morales, pero utilizamos los mismos para manejar a las masas y generar dinero viviendo a costa de las desgracias ajenas. Existe un falso moralismo superficial que no llega a calar en los corazones porque la comodidad que nos aporta el dinero y la sociedad de consumo se interpone como un obstáculo. Somos todos muy moralistas en la teoría, pero educamos para una moral superficial que realmente no deja de alejarnos de la dependencia de lo material y del dinero.
Es por esto por lo que la educación espiritual/moral considero que es fundamental, puesto que con ello se ayuda a ver la vida como lo que es: nada importante sin la existencia de seres a los que queremos y que nos quieren.
Al mismo tiempo debemos ayudar a cada persona a sentirse útil para que su felicidad aumente, por eso el propiciar el desarrollo de asignaturas en las escuelas o de voluntariados que eduquen a los alumnos en la reparación de lo “inutilizable” lo veo como algo esencial y urgente.
Con esta última expresión: “reparación de lo “inutilizable””, hago referencia, no solo a los objetos materiales, si no a las personas. Debemos hacer menos excursiones a fábricas y más a residencias de ancianos, orfanatos, cárceles (esto último a los mayores de edad), guarderías, centros de cuidado de personas con diversidad funcional, para humanizar a las personas desde niños y enseñarles a empatizar más con los que son diferentes. No vale con decir: “hay que reparar”, no. Hay que humanizar primero para que se repare lo material con un objetivo humano, el ayudar a otros y mejorar la calidad de vida del planeta.
En último lugar destaco que, el dinero y materialismo son los primeros interesados en la ausencia de lo trascendental, lo religioso, lo espiritual, puesto que son lo opuesto. Si yo concibo este mundo como superfluo y pasajero automáticamente dejo de dar importancia a los bienes materiales y doy importancia a aquello que está por encima de ello: las vidas (animales, humanas, vegetales…). Parece que ahogamos hasta a las religiones con el dinero o intentamos directamente destruirlas, cuando lo que deberíamos hacer es procurar conservarlas en su estado más puro y fresco de recién nacidas, con carencia de interés por lo material. Mientras se siga persiguiendo la religión y lo trascendental, no avanzaremos en lo moral.
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