Con respecto a la conferencia de Flipped Classroom a la que asistí en la mención de TICE he de decir que me llegó a emocionar. Me tocó el corazón el testimonio de Javier Bermejo como maestro que elabora las clases desde el corazón. Sentí el entusiasmo y el cariño mostrado de manera profunda hacia sus alumnos, y como todo ello le ha llevado a crear clases llenas de diversión y de entusiasmo. He podido imaginar a niños alegres yendo al colegio con ilusión, con ganas, con interés. He imaginado a los niños aprendiendo en casa con tranquilidad, sin agobios, y haciendo partícipes del disfrute a sus padres. He imaginado a los niños ilusionados, que admiran y aprecian a sus maestros por la dedicación que saben que invierten en ellos.
He podido ver en este modelo educativo una puerta abierta al tipo de aulas escolares con las que siempre soñé como alumna, y con las que sueño ahora como maestra. Aulas con niños alegres, jugando, aprendiendo, sin miedos, ni estrés, ni agobios. Aulas en las que se crean mundos de magia en los que el aprendizaje crece y se cose al alumno con cariño. Aulas llenas de una ilusión acomodada en el corazón del docente y los alumnos. Aulas cargadas de energía alegre que se convierte en un imán de misterio y enriquecimiento para los alumnos.
Deseo de corazón poder recrear semejantes ambientes en mis futuras aulas. Deseo como maestra ser capaz de acomodar en el corazón y mente de los niños los conocimientos por medio de mis propias creaciones. Deseo hacer uso del Flipped Classroom y sacar de él todo el jugo posible.
Me inquieta la posibilidad de no poder llevar a cabo las sesiones de esta forma por motivos externos a mi propia voluntad. Me inquieta la posibilidad de encontrarme con docentes que impartan de manera poco apropiada las clases. Y me emociona ver que existen estos métodos de enseñanza que buscan la educación por medio del disfrute del alumnado y el profundo cariño.
En numerosas ocasiones mis padres me han contado sus experiencias en la escuela cuando eran pequeños. Para mí eran como imágenes en blanco y negro de pesadillas, semejantes a torturas. Me han explicado todo tipo de castigos recibidos de carácter físico: reglazos en las palmas de las manos, reglazos en la lengua con una guindilla, ser atados y amordazados a una silla, ponerse de rodillas llevando falda y calcetines sobre cemento, con los brazos en cruz y sujetando con cada mano un libro... y todo ello por motivos que no recuerdan siquiera...
Resulta abrumador ver esta clase de experiencias en personas adultas que las experimentaron con no más de siete u ocho años de edad. Imagino las sensaciones profundas de angustia que experimentarían los niños de esa época al ir al colegio y las comparo con las emociones que experimentarán los alumnos de Javier Bermejo. Gracias a Dios esas experiencias ( al menos en España) parecen de otros universo ahora en la actualidad, ya que las clases han cambiado mucho. Ahora se sabe más de psicología infantil y de cómo se ha de corregir a los alumnos. Ahora la violencia en las aulas está prohibida. Ahora se lleva el uso de instrumentos innovadores (TIC entre otros) para así incitar a aprender al alumnado por medio de la motivación. Pero todavía encontramos a docentes malhumorados, que cargan de deberes a sus alumnos por motivos que no comprendo, y que les someten a situaciones de estrés por causas que no llego a asimilar. Aspiro desde el corazón a ser capaz de crear ambientes de alegría y entusiasmo en mis aulas como futura maestra, con alborotos y aprendizaje colmado de experiencias y experimentación.
Me inquieta la posibilidad de no poder llevar a cabo las sesiones de esta forma por motivos externos a mi propia voluntad. Me inquieta la posibilidad de encontrarme con docentes que impartan de manera poco apropiada las clases. Y me emociona ver que existen estos métodos de enseñanza que buscan la educación por medio del disfrute del alumnado y el profundo cariño.
En numerosas ocasiones mis padres me han contado sus experiencias en la escuela cuando eran pequeños. Para mí eran como imágenes en blanco y negro de pesadillas, semejantes a torturas. Me han explicado todo tipo de castigos recibidos de carácter físico: reglazos en las palmas de las manos, reglazos en la lengua con una guindilla, ser atados y amordazados a una silla, ponerse de rodillas llevando falda y calcetines sobre cemento, con los brazos en cruz y sujetando con cada mano un libro... y todo ello por motivos que no recuerdan siquiera...
Resulta abrumador ver esta clase de experiencias en personas adultas que las experimentaron con no más de siete u ocho años de edad. Imagino las sensaciones profundas de angustia que experimentarían los niños de esa época al ir al colegio y las comparo con las emociones que experimentarán los alumnos de Javier Bermejo. Gracias a Dios esas experiencias ( al menos en España) parecen de otros universo ahora en la actualidad, ya que las clases han cambiado mucho. Ahora se sabe más de psicología infantil y de cómo se ha de corregir a los alumnos. Ahora la violencia en las aulas está prohibida. Ahora se lleva el uso de instrumentos innovadores (TIC entre otros) para así incitar a aprender al alumnado por medio de la motivación. Pero todavía encontramos a docentes malhumorados, que cargan de deberes a sus alumnos por motivos que no comprendo, y que les someten a situaciones de estrés por causas que no llego a asimilar. Aspiro desde el corazón a ser capaz de crear ambientes de alegría y entusiasmo en mis aulas como futura maestra, con alborotos y aprendizaje colmado de experiencias y experimentación.
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